Seguridad y ¿Mujeres?

Seguridad y ¿Mujeres?

Juliana Gallasso*

El 20 de mayo se encontró asesinada a la periodista Griselda Blanco, a cumplirse un mes y casi diez días del hecho, los familiares recordaron que, previo a su asesinato, había recibido amenazas debido a sus notas sobre situaciones de abusos en la Policía de Corrientes.

Fueron sus hijos quienes a través de la abogada Silvia Casarrubia, revelaron que Blanco recibió una carta documento del comisario José Nicolás Romero, luego hacer conocer una denuncia de acoso sexual que habia ejercido en su rol de titular de la dependencia policial de Sauce contra una subalterna. La sanción frente al hecho fue la de trasladar al comisario a otra dependencia, de esto Griselda se pronunció, considerando que configuraba una modalidad de impunidad para resguardar a quienes eran denunciados por abuso sexual.

Este hecho advierte la necesidad de pensar y esbozar cuál es el vínculo de las mujeres trabajadoras dentro de las fuerzas policiales, pero sobre todo cuál es el sistema policial que advierte el derecho penal histórico.

Se empieza por asumir el vínculo entre el derecho penal con las operaciones políticas, las cuales terminan gestando diversos modelos de seguridad. Desde hace años, las mujeres forman parte de la estructura de la fuerza policial, más aún desde la incorporación masiva de ellas a la Policía Bonaerense profundizada durante el año 2014 en el marco de un programa político opositor al gobierno que tenía por fin denunciar mediáticamente las constantes situaciones de inseguridad y que en remedio al mismo, preveía la suba de punibilidad delictiva hacia los menores de edad y que venía de instalar exitosamente la “Ley Bloomberg”., programas. Es decir que, ante la operacion mediatica punitivista en torno a la mencionada temática, la respuesta errónea termina siempre siendo la misma: 1)la creación de leyes penales más gravosas, ó 2) la creación de un conjunto de medidas anticipadas por parte del estado para salvaguardar la seguridad nacional, como en este caso, ampliar la presencia de policías en las calles.

Asimismo, ese mismo año se emitió el decreto provincial de “Emergencia en materia de seguridad pública” (Decreto 220/2014) que instaba a la convocatoria de todo el personal policial penitenciario (incluso al ya retirado) a prestar servicios, junto con la ampliación de facultades y competencias para con la policía local y provincial. Esto desencadenó la necesidad de tener más personal policial en la vía pública y que las mujeres comiencen a ser más solicitadas para la sumatoria en esas fuerzas. De algún modo, la incorporación femenina en la fuerza policial tuvo por fin suplir las demandas mediáticas para proteger la seguridad nacional y no la incorporación y el reconocimiento de las diversidades de géneros en la actividad policial.

Sin embargo, a lo largo de los años y con el movimiento feminista, esas disputas fueron cambiando: la mujer policia pasó de ser un mero instrumento para las agencias a comenzar a ocupar cargos jerarquicos, incoporándose en los cuerpos de grupos especiales y fuerzas de choque e intervención tactica. Según datos del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, “el 42% del personal es femenino. La Bonaerense es la fuerza de seguridad que más agentes tiene en la Argentina, con más de 90 mil efectivos en actividad. Unos 40 mil son mujeres con presencia en distintas áreas de la fuerza.”  Esta cuestión invitó a la organización a   la creación de una policía más justa ante las desigualdades de género, pero dejando en claro que esta última actualmente convive con la deuda histórica de la reconstrucción total del sistema policial argentino.

En conversación con una trabajadora ex integrante de la policía bonaerense, de la que reservaremos su identidad, reflexionó sobre las siguientes preguntas:

–¿Cómo te sentís siendo trabajadora de la policía bonaerense?, ¿sentís que no se te respetan tus derechos laborales?, ¿cuál es la situación laboral que viven día a día?

L: Personalmente siento que es una carrera que debe desempeñarse con total vocación, que tiene muchas ramas y/o especialidades a la cual dedicarse. Es muy abarcativa en el sentido de que no solamente consiste en llevar a cabo el trabajo de calle, patrulla o recorrida y comisaría. Tiene especializaciones que requieren de una capacitación, que duran aproximadamente dos años y de la cual se obtiene una Tecnicatura aparte, pero que sin embargo cuesta muchísimo que respeten los permisos de estudio, las horas que ello requiere y por tanto, cuesta ingresar a esos sectores. Hay, quizás, muchos derechos que no se respetan, como así también se debe reconocer que hay muchas obligaciones que, a veces, el propio personal no cumple. Desde mi punto de vista, eso surge porque la jornada laboral tiene un horario específico, diferente a los demás, que consiste en 24×48. De lo cual, asimismo, hay mucha falta de personal, ya sea porque se encuentra con licencia, carpetas médicas, etc. y se desencadena malestar, ya que en lugar de cumplir las 24hs, mayormente debés quedarte a recargos, o en los días que corresponde franco te notifican que tenes que cubrir servicio de cancha, servicios por disposiciones superiores como «peregrinaciones» y más, la situación laboral es hace años la misma, por estos motivos que te explico. Lamentablemente, se trabaja tratando de dar lo mejor, pero a veces te supera la situación en cuanto a cansancio, no tener recursos, malos tratos, faltas de respeto, mala alimentación, y sumado la falta de personal.

–¿Sentís el estigma de ser mujer y policía?

L: Claramente sí. A veces, el abuso de poder por parte de los superiores es porque creen que por la condición de ser mujer estás sujeto a ciertas «tareas» o «tratos». En general en cuanto a compañerismo, la mujer realiza y es capaz de ponerse a la par del hombre. Y hasta te diría que, muchas veces, es quien también sabe ponerse a la altura de algunos casos muy delicados, sabiendo acompañar mejor a la víctima, con más templanza, confianza y hermetismo.

El proceso penal histórico, como el actual, contiene un pesado lastre que en los hechos tienen consecuencias irremediables: pensar que la dogmática penal resuelve todos los problemas ha venido decolorando esos presupuestos políticos. Por el contrario, son las fuerzas de seguridad en general, y en particular la policía, las agencias propias del estado que ejercen el poder punitivo. En definitiva, la que da inicio al circuito procedimental, casos que llegan a conocimiento de jueces y fiscales que son en su mayoría producto de las actuaciones de prevención policial; es decir, que estos agentes seleccionan a las personas que serán sometidas al proceso penal[1]. En consecuencia de ello, es fundamental repensar el modelo policial actual y tomar un posicionamiento.

Tal como ha desarrollado vastamente el profesor emérito Eugenio Zaffaroni, hasta el momento no existe un modelo propio de policía, democrático y adecuado a nuestras sociedades y necesidades. Por el contrario, las instituciones actuales aún conservan prácticas sobrevivientes del siglo XIX y están basadas en un esquema militarizado y en hábitos heredados de la última dictadura cívico-militar que reproducen lógicas violentas y profundamente patriarcales. En este orden de ideas, es importante resaltar que no se trata aquí de imputar a personas particulares en función del accionar policial, ya que se formaron en instituciones que la política y la sociedad descuidó por décadas y cuyo deterioro tiene causas estructurales a las que debemos apuntar[2]. Lo que nos interesa es que se abone a la comprensión de que hay procesos que hay que transformar, discutir y democratizar o volver a empezar de cero.

No obstante, frente a las fuerzas de seguridad integradas, hay una institución y profesión que fue pensada desde sus orígenes para ser ejercida por varones. En cierto punto, el ejercicio del poder policial se caracterizó siempre por detentar el dominio territorial de espacios y personas, un poder habilitado para utilizar la violencia y que constituye una forma de ejercicio de la masculinidad. En este sentido, lo masculino está dado por la relación entre violencia y poder que subyace al sistema de dominación patriarcal, por lo que no es extraño que las dinámicas de la policía estén basadas en el mando, la autoridad, el dominio y la degradación del cuerpo de los otros[3].

Dado este contexto, la violencia policial contra mujeres policías -entendidacomo violencia de género-, es parte constitutiva del ejercicio del poder policial ya que ambas estructuras de poder -la policial y la masculina patriarcal- se sostienen en el ejercicio de pertenencia del otro[4]. La violencia sexual contra mujeres y diversidades que forman parte de las fuerzas de seguridad es parte del ejercicio del poder policial[5]. La institución policial está íntimamente ligada a la violencia y a las trayectorias particulares de las personas que la integran se construyen en ese contexto, además advierte ser una actividad desposeída de derechos laborales, tales como la sindicalización, falta de seguros especiales por la peligrosidad de la actividad, jornada laboral indeterminada, siendo factores que contribuyen a la violencia estatal.

Por otra parte, la violencia genera miedo, y el miedo a su vez impone silencio[6]. “Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio” es una de las consignas que se ha instalado en los últimos años por parte de los movimientos feministas. El silencio perpetúa las desigualdades y las injusticias y se convierte, así, en un aliado inseparable del status quo.

En definitiva, para pensar el vínculo con el sistema policial el momento nos convoca a ponderar los derechos laborales y de las mujeres en el ejercicio de la ya mencionada actividad para que se haga voz su rol en nuestro sistema policial.

[1] Zaffaroni, R. (2023). La cuestión criminal. Ediciones Olejnik.

[2] Zaffaroni, R. (2023). La cuestión criminal. Ediciones Olejnik.

[3] Sirimarco, M. (2020). “Sexo, violencia y desigualdad. Mujeres en la policía” en Revista Delito y Sociedad. Universidad Nacional del Litoral.

[4] Sirimarco, M. (2020). “Sexo, violencia y desigualdad. Mujeres en la policía” en Revista Delito y Sociedad. Universidad Nacional del Litoral.

[5] Sirimarco, M. (2020). “Sexo, violencia y desigualdad. Mujeres en la policía” en Revista Delito y Sociedad. Universidad Nacional del Litoral.

[6] Sirimarco, M. (2022). La trama institucional del miedo. Violencia (sexual) policial contra mujeres policías, en Revista de Antropología Social. Ediciones Complutense.

(*) Estudiante de Abogacía – UBA.

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