Reforma constitucional en Chile

Reforma constitucional en Chile

El 25 de octubre de 2020 el pueblo chileno determinó que las opciones Apruebo y Convención Constitucional resultaran vencedoras por un 78% de los votos.

La voluntad de un cambio constitucional en Chile no es nueva, ni aparece en octubre de 2019 o con el plebiscito del 25. La disconformidad con la constitución vigente tiene fuente desde su entrada en ejercicio en 1989, con el primer plebiscito nacional. En ese entonces se realizó un referéndum donde se aprobaron las reformas a la Constitución Política de la República, promulgada en 1980, durante la dictadura militar de Pinochet, pero se declinó la continuidad del gobierno dictatorial abriéndose elecciones a los partidos políticos.

Como corolario de las protestas populares actuales, la Convención tiene una gran carga simbólica en tanto es, desde la recuperación de la democracia en Chile, el proceso electoral que ha contado con la mayor cantidad de votos emitidos en la historia del país, siendo que allí el sufragio no tiene carácter obligatorio como en Argentina.

Hasta ahora la constitución de Pinochet tuvo reformas parciales (se realizan por leyes especiales en el congreso), sin embargo, esas reformas nunca contaron con una representatividad ni legitimidad tal como las del proceso que se está abriendo.

Cómo se conforma la Convención

En el proceso constituyente concurren ciertos factores de legitimidad democrática propios de la coyuntura y del momento social y político de Chile. Hay tres elementos fundamentales: es la primera vez que una constitución será discutida en democracia, de forma paritaria, con pueblos indígenas y con una mixtura entre partidos políticos e independientes. Trabajarán en el texto unxs 155 convencionales, electxs para tal tarea.

Estas premisas marcaron de manera clave las reglas. Fijaron no sólo la forma de elección de los convencionales, sino que eso fuera paritario por equilibrando entre mujeres y hombres ajustados por distrito. Se impuso además la elección de 17 representantes de los pueblos (7 representantes del pueblo Mapuche, 2 el Aymara, 1 Quechua, 1 Likan Antai, 1 Diaguita, 1 Rapa Nui, 1 Colla, 1 Chango, 1 Kawashkar, 1 Yagan o Yámana); y la necesidad de que haya listas independientes, por fuera de los partidos tradicionales. Más de dos tercios de los integrantes de la Convención provienen de zonas geográficas y distritos distintos a la región central, de modo que hay un principio de incidencia territorial más federalizado.

Estos elementos constituyen exigencias de legitimidad que hacen al marco de funcionamiento. La paridad no es sólo una regla para la elección de convencionales, tiene que darse también en la conformación de la Mesa Directiva de la Convención o en el funcionamiento interno de la misma, en especial, en las instancias que la Convención se autoorganice.

Elisa Loncón: mujer, mapuche y presidenta de la Convención

Elisa Loncón es Doctora en Lingüística. Es una de lxs 17 constituyentes por los pueblos originarios. Académica experta en educación intercultural bilingüe, se convirtió en la Presidenta del órgano que tendrá un año para redactar la nueva Carta Fundamental.

Loncón vivió en diversos países del mundo. Estudió en Países Bajos, Bolivia, Canadá y México, donde vivió entre 2001 y 2006. Aunque no militó formalmente en ningún partido político, se considera una mujer de izquierda, y valora positivamente el pasado de las experiencias populares como el gobierno de salvador Allende.

La consagración de Loncón hay que inscribirla en un marco histórico. Según el Observatorio de Mujeres y Territorios, de Rimisp y Casen 2015, las mujeres indígenas representan el 51% de la población indígena es decir, más de un millón de mujeres que reconocen pertenecer a los nueve pueblos indígenas reconocidos por la ley chilena (mapuche, aimara, rapanui, lican antai, quechua, colla, diaguita, kawesqar y yagan).

Las mujeres mapuche son las más numerosas. Pertenecen al pueblo indígena mayoritario, con una población total de 1.745.147. Más de la mitad son niñas y jóvenes (el 52% tiene de 0 a 29 años). La participación de las mujeres en el mercado laboral alcanza el 47%, frente al 71% de los hombres, con una tasa de desempleo de un 45% mayor; cerca del 30% de ellas son jefas de hogar y el acceso al trabajo es frecuentemente informal e inestable.

Todo este marco, sin dudas, habla de un condicionamiento estructural para la aparición de nuevos liderazgos. Sin embargo, fue la presión popular en las calles y el recorrido del feminismo y las disidencias lo que posibilitó el surgimiento de la presidencia de Loncón en la Constituyente.

Qué se discute

En principio el proceso constituyente tiene ciertas reglas mínimas de contorno fijadas en la constitución actual.

Lxs convencionales no pueden intervenir en las funciones o atribuciones de las autoridades establecidas, quedando prohibido a la Convención atribuirse el ejercicio de la soberanía, asumiendo otras funciones que la que expresamente les reconoce la Constitución. Igualmente, el texto de la nueva Constitución debe respetar el carácter de República del Estado de Chile; su régimen democrático; las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas; y los tratados internacionales ratificados que se encuentren vigentes.

Los principales ejes de trabajo son 6: valores y principios, régimen político, derechos sociales, nuevos derechos, pueblos indígenas y modelo jurídico de Estado.

En el primer núcleo de corte Orgánico se discutirá el principio democrático, ecológico y feminista, el valor de la dignidad humana, la igualdad, la probidad y transparencia, las finalidades del Estado y soberanía. Respecto del Régimen político, se prevé discutir sobre la relación entre poderes públicos, con acuerdo en reducir el presidencialismo.

Un segundo núcleo, de carácter Dogmático y de derechos: se prevé una de las claves del proceso. Además de discutir el derecho a huelga, la negociación colectiva, libertad sindical, la justa remuneración, la protección del trabajo, la titularidad sindical y negociación por rama; el proceso discutirá sobre los ejes de la privatización en educación, salud y seguridad social (eliminación del sistema privado y su reemplazo por un sistema de reparto y solidarios) y vivienda. En lo que respecta a nuevos derechos, se proyecta discutir sobre Género y diversidad sexual, Medio ambiente y recursos naturales; Niñas, niños y adolescentes; Cultura; Ciencia y Tecnología y Ciudadanía.

El último eje central de trabajo remite a la cuestión de los pueblos indígenas y la construcción de un Estado plurinacional. Se debatirán entre otros puntos el reconocimiento de la plurinacionalidad, la institucionalidad y mecanismos de participación de los pueblos, así como la existencia de escaños reservados en el Congreso Nacional, su autodeterminación y autonomía para organizarse, derechos culturales estales como el resguardo de su cultura, lengua y tradiciones, el respeto a sus derechos e igualdad de trato, la propiedad indígena y el uso de la tierra.

Multitud, Pueblo, Democracia y diversidades

Democracia y Pueblo quizás sean dos de las nociones conceptuales que más se han empleado en la historia del discurso político. Se las ha cargado de sentido desde una variedad de actores. Muchas veces sentidos contrapuestos. Puede que no exista un ejemplo mejor, y más complejo, para pensar la relación entre esos dos conceptos que el que se está dando actualmente en Chile.

En primera instancia, la realización de la Convención Constituyente, luego del devenir de las protestas populares, tiene mucho que ver con el pasaje entre un momento de indignación destituyente, propio de las acciones colectivas y populares de la multitud, hacia el de una expresión de pueblo como poder constituyente. El reclamo no se agota en el “que se vayan”, que por cierto pervive ya que los discursos tienden a solaparse, sino que se transforma en una instancia de práctica propositiva. La Convención simboliza un avance institucional en tanto conquista de mejores representaciones en mejores condiciones para la construcción de una realización de fuerzas distinta en el Estado y en la sociedad toda. La garantía de que esto se llene de contenido, de todas maneras, todavía anida en una participación activa de los sectores progresistas y populares.

En segundo lugar, las relaciones de poder que subyacen en las sociedades construyen sentidos. Cuando se impone una definición, lo que se impone es la construcción de un consenso (o de un mapa de gobernabilidad) que puede o no perdurar en el tiempo. El caso de la salida de la Dictadura de Pinochet, la consolidación de Chile como la joya neoliberal, y la estratificación sólida de la sociedad, habla de eso. Ese esquema de consensos, pero también de coerción para con las identidades que resistieron y se pusieron como disidencia frente al poder hegemónico, quedó evidenciado como fractura a partir del alza de las protestas sociales desde 2019. Lxs activamente construídos como “ausentes” aparecieron. Asumieron protagonismos y liderazgos: y más que eso, tienen propuestas concretas de cómo organizar el territorio y dirigir el Estado. Ello tiene un correlato en la discusión de la Convención.

Revisar el proceso chileno, por último, nos abre la perspectiva de que la práctica política y jurídica debe ser situada. No se trata solamente de desactivar matrices de pensamiento y nociones coloniales, ajenas a las historias de nuestros territorios. También es crucial entender que no hay patrones ni modelos que puedan servir, como en otro momento histórico, al universal de las sociedades. Cada pueblo, cada subjetividad, tiene un devenir propio. La posibilidad de incorporar mejores y mayores representaciones es abrir al tejido heterogéneo constitutivo de nuestros pueblos, de nuestras subjetividades. De allí que el traslado a una construcción colectiva constituyente deba -sin dejar de enfrentar los intereses corporativos más concentrados- asumir la respetuosidad y el saber situado múltiple que es propio de nuestra región.

La conquista de una constitución nueva en Chile, como pacto de convivencia democrático, es la demostración de una democracia plebeya en marcha. Ella se expresa ya no sólo en las organizaciones libres de la comunidad y del pueblo, como decía Perón. También debemos incorporar en la discusión a la diversidad de modelos de participación que asumió el pueblo. La participación de toda esta riqueza de experiencias, y de saberes, es finalmente la garantía de posibilidad de un cambio en la correlación de fuerzas, de un horizonte de vida más digno para el pueblo chileno, y de nuevos aires para toda la región.

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