LA RUTA DE LOS ESPÍAS: VOL I

LA RUTA DE LOS ESPÍAS: VOL I

Informe sobre la historia, estructura y proyección del Sistema de Inteligencia Argentino.
Kevin Axel Costa*

Introducción.-

Hacer uso en la República Argentina del concepto de “servicios de inteligencia” es hacer referencia a lo más turbulento y fangoso del sistema político y del sistema democrático. Operaciones políticas, escuchas clandestinas, atentados, acuerdos de cúpulas, son algunos de los términos que se nos vienen a la mente cuando pensamos en aquel organismo o aquella estructura cuya finalidad primera es la recolección de información a los fines de prevenir amenazas contra la seguridad interna y externa de nuestro país.

Por eso mismo, los hechos acontecidos el 2 de septiembre del 2022 agregan un nuevo cumplido a esta lista para con los servicios de inteligencia: la ineficiencia.

El intento de femimagnicidio contra la entonces vicepresidenta de la Nación, dos veces presidenta y probablemente una de las figuras centrales de la política Argentina en lo que va de este siglo, llevado adelante por un grupo de personajes que venían haciendo gala de amenazas, acciones terroristas (lanzamiento de bombas molotov contra la Casa Rosada, colocación de horcas y guillotinas en Plaza de Mayo, etc), discursos de odio, etc, en redes sociales de manera absolutamente pública, dejó en clara evidencia la imposibilidad de nuestro sistema de inteligencia para prevenir un atentado que hubiese significado una ruptura absoluta de nuestro contrato social y del sistema democrático tal como lo conocemos.

Hoy día ante la reforma en la estructura del sistema de inteligencia argentino llevado adelante por el gobierno que encabeza el presidente Javier Milei y que impulsa el Asesor en Jefe y sobrino del año Santiago Caputo, se vuelve a poner en agenda el rol y la finalidad de nuestros servicios de inteligencia. Pero, ¿servicios de inteligencia, para qué? ¿Cuáles deberían ser sus verdaderas funciones y objetivos? ¿Cómo funciona concretamente esta área del Estado que se percibe tan lejana a la cotidianidad de la ciudadanía y que hace a la vez de cuasi fetiche de opinólogos, periodistas y operadores varios?

En el presente informe buscaremos arrojar algo de luz en este espacio tan cerrado de la estructura estatal, realizando primero un breve recorrido histórico, marcando reformas, objetivos y funciones, legislación vinculada, y contexto político y social.

En segundo lugar abordaremos la reforma impulsada por el actual gobierno, señalando el contexto en que se realiza, su pro y sus muchas contras.

Finalmente abordaremos algunas posibles propuestas de modificaciones que entendemos deben incorporarse en nuestro sistema de inteligencia en pos de la transparencia y eficiencia en sus funciones.

Desarrollo histórico.-

El nacimiento del servicio de inteligencia tal como lo conocemos se remonta al año 1946, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Mediante el decreto 0037/46 el entonces presidente crea la CIDE siglas que significan Coordinación de Informaciones del Estado.

El rol de la CIDE era absorber aquellas funciones que hasta entonces se encontraban en las tres oficinas de inteligencia de las tres fuerzas armadas (Naval, Aérea y el Ejército) con los fines de recabar información y detectar amenazas internas y externas para la estabilidad y seguridad del país.

De esta etapa surgen dos características fundantes y fundamentales de nuestro sistema de inteligencia: la tensión entre la inteligencia militar y la inteligencia civil (más adelante retomaremos esto) y la metodología de trabajo.

Respecto a esto último es interesante que, sin obviar el claro impacto de las nuevas tecnologías en la especialización de los sistemas de inteligencia, el modelo de trabajo sigue la misma línea que el ideado allá por la década del 40.

El objetivo de la CIDE, y que sostiene hasta hoy nuestro sistema de inteligencia, es el generar conocimiento anticipatorio para brindarle al Gobierno Nacional una ventaja comparativa a la hora de tomar decisiones en relación a adversarios externos o actores hostiles del entorno. [1]

El formato de trabajo consiste en recabar y procesar toda la información cruda disponible y convertirla en información útil, oportuna y relevante en la toma de decisiones. ¿De dónde surge esta información? Obviamente el avance tecnológico diversifico los formatos de obtención de la información pero estas en general se clasifican de la siguiente manera: HUMINT (aquella proveniente de fuentes humanas, entrevistas abiertas o encubiertas), OSINT (fuentes abiertas al público general, como son medios de comunicación, registros oficiales, etc.) GEOCINT (inteligencia referida a la explotación de imágenes geográficas y/o satelitales), SIGINT (obtenida por la intercepción de señales y comunicaciones), y MASINT (información distintiva de objetivos nucleares, biológicos, químicos, magnéticos, etc). [2]

Volviendo al desarrollo histórico, la definición de Perón se relaciona con el objetivo de poner bajo el control político, democrático, y civil la generación de información para la defensa y planificación estratégica de nuestro país, en un contexto global marcado por la finalización de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría.

Este objetivo encuentra su primera gran dificultad a partir del golpe de Estado de 1955 conocido como la Revolución Libertadora (por el llamado a la libertad contra el régimen peronista, por parte de sus impulsores) o Fusiladora (por la enorme cantidad de fusilamientos cometidos por los golpistas).

A partir del golpe, la CIDE fue reemplazada por la Secretaría de Inteligencia del Estado, o SIDE, y empezó a ser cooptada por personal militar. El dictador Pedro Eugenio Aramburu tuvo como objeto de persecución del servicio de inteligencia a la Resistencia Peronista, conformada por militantes, sindicalistas y personalidades del mundo deportivo, artístico o social vinculada al peronismo. Además mediante el decreto ley N°776/1956 se dispuso que los fondos de la SIDE fueran de carácter reservado y se le dio potestad plena para realizar actividades encubiertas.

Los primeros grandes escándalos vinculados a corrupción y actividades delictivas por parte de la SIDE se remontan a los años de Aramburu, en particular el asesinato del abogado de origen judío Marcos Satanowsky[3] y el ingresó por la fuerza en la residencia del embajador haitiano en Vicente López en junio de 1956, con el objeto de apresar al general Raúl Tanco y a otros siete activistas asilados en el lugar. Gracias a la intervención de la esposa del embajador, que se interpuso entre los asilados y los hombres de la SIDE, que se disponían a fusilarlos en plena calle, el gobierno finalmente debió dar marcha atrás.

Una vez caído Aramburu la SIDE fue la herramienta de condicionamiento por parte de los militares al gobierno de iure relativo de Arturo Frondizi (gobierno que ganó las elecciones por el voto popular pero con el peronismo proscripto). Vale destacar sin embargo que el propio Frondizi hizo uso también de la SIDE para llevar adelante el famoso plan Conintes, programa de represión interna y ataque a la disidencia política,  que consistió en la precuela de lo que sería posteriormente el obrar clandestino de la triple A y del golpe de 1976.

Es importante señalar que en estos años puede percibirse como el contexto global marcado por la Guerra Fría, en particular el cambio de la percepción del origen de la amenaza externa por parte de los Estados Unidos a partir de la irrupción de la Revolución Cubana en enero de 1959, que paso de la idea de seguridad hemisférica con el enemigo viniendo de afuera a la Doctrina de Seguridad Nacional con la persecución del enemigo interno no solamente género las gravísimas violaciones a los Derechos Humanos ya por todos conocidos sino que además limitó el desarrollo autónomo y profesional de nuestros servicios de inteligencia.

La ideologización de las prioridades del sistema de inteligencia y la injerencia externa que se mantuvo a partir de su copamiento por parte de personal militar formado en la Escuela de las Américas, puso a los servicios al servicio de la implementación del Plan Cóndor (forma en que se denomina la estrategia de colocar en los gobiernos de la mayoría de los países de América Latina a dictaduras militares ordenadas dentro de la doctrina de seguridad nacional y con el objeto de poner sus economías al servicio de la metrópolis central, esto es Estados Unidos), siendo la SIDE una herramienta troncal del aparato represivo de la Dictadura Cívico Militar que gobierno y asolo la Argentina entre los años 1976 y 1983.

La unificación en la práctica de los sistemas de inteligencia militar con la inteligencia estatal fue una herramienta fundamental en la infiltración a organismos de Derechos Humanos, sindicatos, organizaciones políticas, universidades, escuelas secundarias, entre otros ámbitos, y permitió llevar adelante el secuestro, desaparición y asesinatos de miles de personas. Los juicios llevados adelante contra los servicios de inteligencia pertenecientes a los batallones 201 y 601 radicados en Campo de Mayo dan cuenta de una metodología de trabajo aceitada y articulada con todos los sectores del gobierno y de la dictadura y con apoyo externo.[4]

El retorno democrático representado por el triunfo electoral del radical Raúl Alfonsín en 1983 puso en inmediato en evidencia la necesidad del nuevo gobierno de restituir el control civil sobre las Fuerzas Armadas y sobre los servicios de inteligencia.

El alfonsinismo supo lo que significaba llevar adelante el gobierno con los servicios de inteligencia  en manos del enemigo. Desde el inicio mismo de su mandato procuró quebrar la hegemonía de las Fuerzas Armadas, expulsando a “casi todos los militares que ostentaban cargo y poder en las bases secretas”, según cuenta Gerardo Young en su libro Código Stiuso. Roberto Pena, jefe de la SIDE elegido por Alfonsín, en apenas dos meses organizó una limpieza de 850 agentes comprometidos con la dictadura, entre ellos los que integraban la banda de Aníbal Gordon en el Centro Clandestino de Detención Automotores Orletti. Pero la Secretaría nunca se subordinó al Presidente. Por ese motivo los radicales pusieron en marcha un dispositivo propio de espionaje, dependiente del subsecretario general de la Presidencia Dante Giadone. La impericia fue tal que contrataron como director de orquesta a un peso pesado de la inteligencia militar, Raúl Guglielminetti, que a su vez involucró a otros espías provenientes de la temida “mano de obra desocupada”, entre ellos Juan Carlos del Cerro, conocido en la ESMA como “Colores”. Cuando la noticia salió a la luz y quedó en evidencia la dudosa legalidad del engendro, Alfonsín se vio obligado a lapidarlo. Penna tuvo que renunciar en 1986.

En estos años comienza a observarse otro fenómeno que es parte constitutiva del actual conflicto que existe en relación a los servicios de inteligencia: la mano de obra desocupada.

Si bien el sistema de inteligencia argentino, al igual que todo sistema de inteligencia nacional, siempre tuvo dentro de su estructura vinculación con agentes descentralizados o encubiertos, a partir del retorno democrático se potencia el rol de aquellos ex integrantes de los servicios que habían estado involucrados directamente  en operaciones de inteligencia de la dictadura y que una vez apartados comienzan a brindar sus servicios a grupos privados y a sectores políticos locales o extranjeros.

Por ejemplo, en el caso de varios integrantes de Batallón 601 brindaron servicios en Paraguay, donde ayudaron a reorganizar los servicios de inteligencia por encargo del tirano Alfredo Stroessner –por la misma época en que un comando al mando de Gorriarán Merlo aniquilaba al ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza en Asunción, en septiembre de 1980–; y luego en Centroamérica, a donde acudieron para contrarrestar la influencia de la revolución sandinista de 1979. La Operación “Hoja de Parra” fue dirigida desde Buenos Aires por los jefes del espionaje militar, Alberto Valín, Mario Davico y Raúl Gatica; mientras en el terreno la misión estaba a cargo de José Osvaldo Ribeiro, alias “Balita”, asentado en Honduras, asistido por Raúl Guglielminetti desde una base en Miami. A su regreso a la Argentina fueron premiados y continuaron su labor en estrecha relación con la CIA.[5]

Con este marco de situación es que el gobierno de Alfonsín debía sobrellevar los diferentes levantamientos militares que se sucedieron durante su gobierno y que entre otras cuestiones lo llevaron a la sanción de las leyes de obediencia debida y punto final. Sin embargo uno de los hechos más curiosos ocurridos en el gobierno de Alfonsín es el que se denominó la toma de la Tablada.

En enero de 1989 un grupo de militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) asaltó el regimiento de infantería mecanizada de La Tablada, pagando gran parte con su vida y otro tanto con el brutal castigo por parte de las fuerzas represivas.

El plan de ataque fue orquestado por Enrique Gorriarán Merlo, líder del MTP, que inició con una trampa bastante simplona: los militantes de izquierda se hicieron pasar por militares “carapintadas”, dando a entender que estaba en marcha un nuevo levantamiento castrense El gobierno alfonsinista sostuvo hasta las primeras horas de la tarde la versión inducida por los asaltantes. Cuando cayeron en la cuenta la situación estaba en manos de los jefes militares, que montaron ante las cámaras un show represivo continuado durante dos días.

Los funcionarios radicales sabían de la recaída del MTP en el setentismo y habían impartido órdenes al sistema de inteligencia para que vigilaran sus movimientos. Pero un informe de la SIDE poco antes del intento de copamiento aseguró que la organización realizaba maniobras “previsibles e inofensivas”; también dijo que eran un grupo “sin capacidad operativa militar”.

En su tortuosa relación con las fuerzas armadas y de seguridad, Alfonsín tenía un solo hombre de confianza: Juan Ángel Pirker, a quién ubicó al frente de la Policía Federal. Pero el espionaje policial dependía de la División de Protección del Orden Constitucional (POC), al mando de Adrián Pelacchi, que tampoco cumplió la función que se le encomendó.

La imagen del Presidente recorriendo el cuartel al terminar el combate rodeado de militares caminando entre los cuerpos mutilados de los atacantes, era la vívida estampa de la incompetencia del poder ejecutivo. Ese es, precisamente, el objetivo de las operaciones que engendra la inteligencia que supimos conseguir: poner de rodillas al soberano, mostrar su impotencia, evidenciar cuáles son los núcleos de poder en el sistema. A veces alcanza con un carpetazo; otras aparecen molestas causas judiciales; la opereta puede llegar al escrache mediático; en última instancia se apelará a escenarios de desestabilización.

“La política” suele reaccionar tarde y sumisamente. Como Alfonsín, cuando avaló el cruel despliegue represivo que incluyó torturas y desapariciones como en los viejos tiempos. No fue el caso del comisario Pirker, que cuestionó el operativo: “Si me dan una compañía con gases lacrimógenos desalojo el Regimiento en dos horas”. Pocos días después el jefe de la PFA apareció muerto en su despacho del Departamento Central. El gobierno investigó a fondo y no pudo hallar evidencias de un crimen; pero a algunos la duda los carcome hasta hoy.[6]

El copamiento de la Tablada fue un golpe fulminante para el ya debilitado gobierno alfonsinista, asediado por los continuos levantamientos castrenses, la precariedad económica y la hiperinflación. Apenas cinco meses después del levantamiento, el gobierno de Alfonsín entregaba el poder a Carlos Saul Menem, quien colocaría al frente de la SIDE a Juan Bautista “Tata” Yofre, Jefe de la sección política del diario Ámbito Financiero y terminal política de los servicios de inteligencia del Ejército. De hecho entre las primeras medidas de Yofre se encontró la restitución de antiguos espías militares, como Pascual Guerrieri y Raúl Guglielminetti y la incorporación de algunos militares que habían participado en la represión del copamiento de la Tablada como Alejandro Brousson.

Seis meses posterior al triunfo del pejotista riojano, Yofre es reemplazado en la SIDE por el abogado sindical y ex militante de la Juventud Peronista Hugo Anzorreguy, quien mantendrá la titularidad de la Secretaría durante toda la década menemista.

En el próximo número trataremos como fue la consolidación de un modelo de espionaje basado en la articulación de los servicios de inteligencia con la Justicia Federal, y como esto continuo desde la década menemista hasta la actual reforma de Milei.

[1] McDowelll 2009 y Keegan 2012.

[2] Lowenthal y Clark 2015

[3] La investigación de la causa de Marcos Satanowsky fue compilada por el militante y periodista Rodolfo Walsh en el libro Caso Satanowsky del año 1973 donde señala la complicidad y obrar de los servicios de inteligencia.

[4] https://anccom.sociales.uba.ar/2020/06/12/como-funcionaba-la-inteligencia-militar-de-la-dictadura/

[5] Gorriarán: La Tablada y las guerras de inteligencia en América Latina de Julio Salinas y Julio Villalonga 1993.

[6] https://revistacrisis.com.ar/notas/breve-arqueologia-de-la-inteligencia-argentina

(*) Abogado y docente UBA.

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