UN GRITO COLECTIVO

UN GRITO COLECTIVO

El feminismo es un movimiento social que se presenta como una creación de modelos de entendimiento, de canales de comunicación y exteriorización. Es acción articulada por convencimiento, sororidad y lealtad. En tiempos donde nos quieren convencer de que el individualismo es la única respuesta, lo subversivo es estar unidas e impulsar espacios de reflexión para articular planes de acción. Ante el advenimiento de las derechas, debemos concentrar nuestras acciones y asi diseñar en que sociedad queremos vivir.
Villagra Andrea Noelia *

Argentina es conocida mundialmente, entre otras cosas, por la expresión ciudadana en las calles. La exposición de los cuerpos en pos a la manifestación o reclamos, nos enorgullece. “Ganamos la calle” es una de las premisas políticas favoritas. Y el feminismo no es ajeno a ella. La convocatoria del 28S, una fecha no elegida al azar, sino que es de Día de Acción Global por el Aborto Legal, mete de lleno los reclamos y las reivindicaciones de los feminismos en la campaña presidencial, establece limites y reclama un espacio en la agenda política. En los próximos párrafos, intentare abordar esta manifestación de acción colectiva desde una reflexión tenida de clima de época.

La filósofa feminista Celia Amorós, sostiene que «conceptualizar es politizar». Lo que, desde mi subjetividad feminista, me indica es que al momento de definir y, va de suyo, conceptualizar no se realiza desde un proceso neutral, sino que está intrínsecamente ligado a cuestiones políticas y de poder desde una perspectiva androcéntrica, por lo tanto, todo análisis o interpretación tradicional también lo será. Entendido de esta forma, esta premisa nos invita a analizar y cuestionar las definiciones tradicionales y las concepciones arraigadas en la sociedad sobre género y roles sociales. En este punto es menester la integración de la perspectiva de género que viene a corregir sesgos androcéntricos, proyectándose sobre la redefinición del problema, modificando la valoración de las teorizaciones y de los interrogantes. Al reconocer el carácter político de la conceptualización, se abre la puerta a la transformación y redefinición de conceptos que históricamente fueron definidos desde miradas patriarcales, promoviendo así una perspectiva emancipadora. Por su parte, Jürgen Habermas, asegura que el lenguaje es un medio de dominación, y una fuerza social, que sirve para legitimar las relaciones de poder organizado[1]. Por lo tanto, debemos prestar especial atención a la utilización que de él hagamos en las dialécticas que empleemos al momento de describir la realidad, toda vez que esta conlleva el análisis de las estructuras de poder y de dominación. Cuestionarlo es una forma de resistencia. Estas conceptualizaciones y el correcto uso del lenguaje es una lucha que inauguraron los feminismos, que incomodan al status quo, y que lo erigen como sujeto con capacidad de confrontación e interpelación. Es decir, lo constituye como sujeto político. Ahora bien, ¿Quién dirige el movimiento feminista? ¿Hacia dónde va? ¿Contra quién lucha? ¿Qué pretende? Muchas son las preguntas, pero una sola la lógica: Su potencia radica en la colectivización. Dice Butler que la solidaridad entre las vivas es el grito de “vamos a seguir viviendo y no perderemos a ninguna mas de las nuestras”, esta unión es un acto de expresión de “nosotras”, porque el colectivo protege[2].

Cada una de nosotras, existimos, persistimos y exigimos el fin de la injusticia de género. Para ello debemos detenernos en una dinámica  excluyente que, en palabras de Nancy Fraser[3], son dimensiones basales: la distribución, (relacionado con el principio organizacional de la división sexual  del trabajo y la diferenciación entre el empleo remunerado y el trabajo no remunerado), el reconocimiento (patrones culturales de interpretación  y evaluación, en la cual los rasgos vinculados con la masculinidad son privilegiados y los  vinculados a la feminidad son estereotipados trivialmente, lo que deriva en la jerarquía o  estatus social) y la representación, haciendo hincapié en que el significado más general  de justicia es el de paridad de participación[4].

Transitamos un momento histórico particular, los cambios estructurales que pregonarón los feminismos se ven directamente afectados por los discursos, las retoricas y los movimientos misóginos y violentos de las derechas. Estas situaciones horadan las formas de militancia feminista y acalla sus voces escudándose en una supuesta ilimitada libertad de expresión. Si tenemos como objetivo una sociedad plural, justa e igualitaria, es un problema que nos exige ser abordado de manera interdisciplinaria, pero, sobre todo, la acción colectiva. Los movimientos feministas evolucionaron siempre de la mano de las diferentes necesidades de las mujeres y de las disidencias sexo genéricas. El devenir histórico nos demostró el corrimiento de las mujeres de espacios de poder por el fundamento de su naturaleza, posteriormente, cuando sus voces ya no pudieron ser calladas, se diseñaron otro tipo de mecanismos de hostigamiento como, por ejemplo, psicológicos o hasta castigos físicos para excluirlas. Esta exclusión determinó que la realidad social, económica y laboral, sea descripta por la clase dominante (los hombres) y fue la que cimentó el sistema de bienes y servicios en el cual nos desarrollamos actualmente.  Quienes detentaban el poder contaron la historia por las oprimidas y crearon un sistema a su medida. Hoy, parece exagerado todo acto de reclamo del lugar del que nos excluyeron, por lo tanto, debe interpelarnos para juntas pensar un futuro emancipatorio, integrador, igualitario y auspicioso. La amenaza que representan las mujeres colectivizadas que disputan el poder monopolizado por el patriarcado obliga a éste a defenderse con toda su estructura opresiva, y con su principal arma: la violencia.

La palabra violencia proviene del latín “violentia”, compuesta por vis que significa “fuerza”[5] . Parecería que la violencia solo puede ser ejercida por la fuerza física, pero sabemos que esto no es así, contrariamente puede manifestarse de muchas formas, y es el principal motivo por el que debemos estar alerta. La violencia, y particularmente la violencia de género es el principal motivo de desigualdad, es una de las principales banderas de nuestra lucha colectiva. Las estadísticas de las violencias físicas y femicidios son atroces, son aterradoras, pero no son disciplinadoras. Sabemos que la tipificación acarrea su correspondiente reproche juridico, sin embargo, no parece alcanzar y nuestras muertas no parecen importar. Nos siguen enseñando como no ser asesinadas o como no ser violadas, pero nadie enseña a las masculinidades a no asesinar, o a no violar. En la misma dirección, la violencia económica, simbólica, vicaria, y cada uno de los subtipos a los que estamos expuestas las mujeres y las disidencias, nos ponen en pie de lucha. Otra manifestación de violencia, son los discursos de odio al colectivo feminista y LGTBIQ+ que evidencian el miedo a la colectivización, en un mundo, que insisto, pretende la individualización absoluta. El avance de las derechas a nivel nacional como desprendimiento de su desarrollo a nivel mundial, nos obliga a repensarnos en clave de movimiento social, de movimiento político y de acción colectiva. Los discursos de derechas no solo significan un peligro para las mujeres y para las disidencias sexuales, sino que personifican un peligro a los Derechos Humanos.

Nuestras formas son pacificas porque nuestro poder radica en la valentía, en la unión, en el consenso sin desconocer nuestras propias conflictuaciones ni litigios. Pensar que en el feminismo es todo color de rosas es un error imperdonable.  De hecho, dentro del mismo movimiento se presentan dicotomías que deseablemente, se superaran con comunicación asertiva, en tanto plataforma de intercambio de ideas, construcción de conocimiento y superación de desentendimientos. El movimiento, tiene antagonistas más peligrosos y como diría Miguel de Unamuno, la unión constituye la fuerza.

En Argentina las elecciones presidenciales demostraron la opacidad de las fuerzas políticas de entender al feminismo como sujeto político. Ninguna propuesta fue capaz de capitalizar sus reclamos y sus pretensiones. Ningún/a candidato/a le hablo a las mujeres. Solamente, se las amenazó. “El Ministerio de la Mujer es un gasto innecesario”, “la ley de la interrupción voluntaria del embarazo será plebiscitada”, y “la educación sexual integral erradicada”. Se llego a decir, que el reconocimiento de las diversidades sexo genéricas por parte del Registro Nacional de las Personas era “pianta votos”. Todas estas, son manifestaciones que necesariamente deben sostenerse con retoricas de odio. Es nuestro desafío erradicar los discursos basados este último, toda vez que son ajenos al entendimiento y al consenso porque se presentan como una respuesta simplista y esa simplicidad es la que los hace atractivos, reducen el debate a una premisa generalista para dar respuesta a fenómenos sociales complejos. Y si bien no es deseable ni emocionante utilizar la pedagogía para el convencimiento en cada situacion de nuestra vida, confrontar estos conceptos con argumentos fuertes es lo que nos va a permitir edifican nuevos consensos, aun dentro del propio movimiento.  El mismo entendimiento que nos unió años atrás en la primera marcha por el NI UNA MENOS, es el que nos reencuentra hoy. Cada una desde su lugar, desde la academia hasta la militancia política. Desde quienes contribuyen al debate epistemológico o teorico, o quienes dejan de lado sus obligaciones para colaborar en un merendero, desde quienes militan políticamente, hasta quienes ejercen voluntariados de ayuda a otras mujeres. Esa naturaleza de unión es nuestra estrategia política y es la que nos encuentra en la calle desafiando y enfrentando a movimientos que nos increpan y nos amenazan. El feminismo es un movimiento plural y horizontal, que se basa en la democracia y en la deliberación, y que tiene una potencia única. Es necesario que vuelva a adueñarse del espacio público, de las calles, dar la discusión con discursos claros e incluyentes sin caer en las provocaciones o descalificaciones, porque estas exteriorizan la incapacidad ante el debate. Tenemos argumentos, tenemos convicciones y objetivos claros. Utilizar la comunicación y el lenguaje como herramientas para la construcción de una sociedad igualitaria y no para la destrucción de esta, debe ser nuestro único norte. La invitación está hecha.

Aún tenemos mucho por ganar, pero tambien, tenemos todo por perder. Si en la historia de la humanidad, tal como la conocemos, se disputo sobre nuestros cuerpos, hoy lo exponemos en las calles para reivindicar y advertir que no estamos dispuestas a perder ni uno solo de los derechos ganados, y que no vamos a claudicar en el objetivo de una sociedad plural, justa e igualitaria.

[1] Habermas, Jürgen 1981. «Teoría de la acción comunicativa». Grupo Santillana de Ediciones, S. A

[2] Butler Judith, 2020. “Sin Miedo”. Editorial Taurus.

[3] Fraser, N. 2015. “Fortunas del Feminismo”. Traficantes de Sueños

[4] En honor a la brevedad estos temas no serán profundizados.

[5] Etimologías. Disponible en: https://etimologias.dechile.net/?violencia

 

(*)Abogada y docente de la Universidad de Buenos Aires. Doctoranda en Universidad de Salamanca. Integrante de la Delegación Argentina de Jovenes Juristas (SIDTSS)

Si tenés ganas de participar, dejarnos tu opinión o consulta, escribinos!
Compartir esta nota: